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Toxina botulínica en la parálisis cerebral infantil

La toxina botulínica es un tratamiento asociado a la parálisis cerebral que complementa la intervención fisioterapeútica, mediante la infiltración en la musculatura de estos pacientes, con el objetivo de prevenir problemas ortopédicos, mejorar la función motriz o en muchos casos disminuir situaciones de dolor.

Actualmente existen diversos tipos de toxina botulínica, derivados de la bacteria Clostridum Botulinum de los cuales el más utilizado en pediatría es el tipo A, la cual  es capaz de provocar debilidad muscular o parálisis parcial en la musculatura en la que es inyectada, produciendo una disminución de la actividad muscular y de este modo una disminución del tono de la musculatura.

Con el paso del tiempo, la toxina deja de tener efecto y la musculatura va recuperando su funcionalidad. El efecto clínico de la TBA (toxina botulínica A) oscila entre 3-6 meses, tiempo necesario para la completa reinervación. La respuesta clínica depende de factores propios de la espasticidad, técnica de aplicación o sensibilidad del paciente a la toxina.

Patologías en las que se recomienda 

La toxina botulínica se utiliza mayoritariamente en patología neurológica como objetivo terapéutico, tanto en pediatría como en la edad adulta. En pediatría se utiliza normalmente en parálisis cerebral con el objetivo de prevenir problemas ortopédicos, mejorar la función motriz o en muchos casos disminuir situaciones de dolor.

Se puede utilizar en diversas situaciones:

  • Distonías focales. (trastornos en el tono muscular que provoca contracciones involuntarias de la musculatura afecta)
  • Movimientos anormales (temblor, tics motores, mioclonus)
  • Contracciones inapropiadas (patologías que cursen con espasticidad, espasmo muscular, tartamudeo, bruxismos, alteraciones del aparato masticatorio)
  • En musculatura lisa (alteraciones espasmódicas: vejiga, esfínter)
  • Indicaciones oftalmológicas (nistagmus, estrabismo)
  • Otras (cosmética, sudoración excesiva, lagrimeo excesivo)

Edad para  iniciar este tratamiento

La tendencia actual es realizar infiltraciones a edades cada vez más tempranas, con el objetivo de evitar contracturas fijas e iniciar un aprendizaje motor cuanto antes.  Se recomienda iniciar la administración entre los 1-5 años, dependiendo del objetivo y del programa de intervención terapéutica.

Cómo se realiza la infiltración

Se trata de una inyección intramuscular que va a disminuir la actividad química a nivel de la placa motora (unión del nervio motor con la fibra muscular), traduciéndose en una menor actividad muscular.

El lugar donde se pretende inyectar la toxina es a nivel de las zonas donde existan mayores uniones neuro-musculares (zona con mayor actividad muscular), que es lo que se denomina punto motor. Se pretende buscar estas zonas ya que van a permitir potenciar el efecto de la toxina al inhibir esas zonas donde el musculo tiene mayor actividad o en el vientre muscular, dependiendo de la colaboración del paciente.

En la mayor parte de los músculos grandes y superficiales no es preciso usar técnicas especiales para localizar los músculos. Basta con palpar el vientre muscular y realizar la infiltración. En cambio, en los músculos de menor tamaño, en los profundos y en los que se quiere focalizar mucho la inyección, se debe aplicar usando un ecógrafo o un electromiógrafo.

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Dado que la búsqueda del punto motor es un procedimiento lento, costoso y doloroso para el niño conviene haber realizado una buena indicación de este tratamiento que realmente compense el coste/beneficio. En algunas situaciones cuando el niño no colabora se deben utilizar métodos de sedación para asegurarnos la eficacia de la infiltración.

Para poder potenciar el efecto de la toxina se necesita que:

  • Nos encontremos en un punto en el que la contractura aun sea dinámica, es decir, que no se haya convertido completamente en una deformidad rígida.
  • El problema de espasticidad sea focal. La espasticidad a nivel global se trata con fármacos orales o intratecales (combinado con fisioterapia y uso de ortesis).
  • Este acompañado de un tratamiento rehabilitador.

¿Quién administra la toxina?

Normalmente es administrado por el profesional encargado de llevar el seguimiento terapéutico del niño, normalmente se administra por el/la medico rehabilitador, o el neuropediatra y en algunas ocasiones pediatra, pero siempre es importante que lleve un seguimiento de su desarrollo y de su plan de intervención terapéutica.

Objetivos de este tratamiento

Normalmente se administra con unos objetivos específicos, ya sea para favorecer un movimiento que es difícil de realizar por la musculatura espástica, para favorecer alineaciones osteo-articulares y prevención de contracturas y deformidades, para minimizar situaciones de dolor crónico o para preparar zonas musculares próximas a la indicación de una cirujía. Las zonas musculares más comunes son:

  • Niños cuyo objetivo de la intervención sea la reeducación de la marcha o la bipedestación tanto autónoma como asistida. Existen niños cuyo patrón patológico como puede ser un patrón en tijeras no les permite una bipedestación alineada, o incluso la realización de una marcha fluida. Para mejorar una bipedestación alineada, suelen infiltrarse los músculos isquiotibiales permitiendo así una extensión de la rodilla y una mejora de la función motora de bipedestación tanto asistida como en bipedestador. Al igual que en aductores para no cruzar las piernas y que puedan realizar la marcha de manera disociada.
  • Hay muchos niños que presentan una marcha en equino (o de puntillas) que afecta al equilibrio o coordinación de la marcha, pudiendo facilitar el tratamiento fisioterápico la infiltración de toxina en el músculo tríceps sural, lo cual favorece un apoyo más adecuado y una mejor graduación de la articulación del pie y la rodilla durante las fases de la marcha.
  • También pueden infiltrarse en pies en equino, que, aunque no exista una bipedestación autónoma pueda existir una carga adecuada cuando se ponen de pie con el fisioterapeuta o en un Bipedestador, o incluso cuando están sentados en la silla y no pueden tener un buen apoyo en los reposapiés de la silla.
  • Se utiliza mucho este tipo de infiltración con la indicación de utilizar unas férulas tipo DAFO que lleven consigo el objetivo de disminuir el tono de gemelos y soleo y poder posicionar bien el pie dentro de la férula, así como de mejorar o mantener la longitud muscular.
  • Niños con riesgo de luxaciones de caderas, normalmente se infiltra en aductores cortos, largos y en isquiotibiales, con el fin de mejorar la separación de las caderas y poder mantener una buena congruencia articular. La sedestación estará más controlada y si se combina con un asiento postural adecuado mantendremos una buena congruencia articular durante un tiempo prolongado, así como facilitar el uso de bipedestadores que favorezcan la carga de pie.
  • Niños con luxación de caderas: Suelen infiltrarse la misma musculatura, pero el objetivo terapéutico puede ser poder mantener una sedestación alineada o puede ser una reducción del dolor, puesto que en algunas situaciones la espasticidad hace que aumente la incongruencia y los espasmos produzcan dolor.

  • Infiltración en las glándulas salivales, con el fin de disminuir la sialorrea (pérdida involuntaria de saliva a través de la boca)
  • En niños con dificultades para manipular. Habitualmente se puede infiltrar toxina en pronadores de antebrazo o flexores de muñeca y de dedos, músculo oponente del pulgar o aductor del mismo, con el objetivo de poder realizar un tratamiento fisioterápico de mayor funcionamiento motor de la mano; que tenga como objetivo la manipulación, el aprendizaje a través de la experimentación y el juego. O también, en algunos casos, cuyos objetivos son la realización de funciones motoras más complejas, enfocadas a mejorar la autonomía en las actividades de la vida diaria como, por ejemplo: permitir un mejor agarre de cubiertos durante la alimentación, permitir las praxias del vestido, así como permitir útiles de escritura que mejoren la realización de tareas educativas.

Efectos secundarios

Son poco frecuentes, suelen ser leves:

  • En ocasiones aparece debilidad muscular generalizada, poco intensa. Ocurre en menos del 15% de los casos y dura pocos días.
  • Menos del 15% de los casos refieren molestias leves en los músculos inyectados, de pocos días de duración y que no requieren tratamiento.
  • Aparición de anticuerpos antitoxina botulínica.
  • Fatiga y malestar generalizado.
  • Disfunciones del sistema nervioso autónomo.
  • Alteraciones leves en los reflejos cardiovasculares.

Si necesitas más información sobre la toxina botulínica o sobre cualquier otro aspecto de atención a menores con daño cerebral, no dudes en ponerte en contacto con nosotros.

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